miércoles, 1 de mayo de 2019

La paradoja de la educación

Estamos viviendo tiempos difíciles, de eso no hay duda. Criar un hijo ahora se presenta más difícil que nunca, aunque tampoco es que pueda comparar con cualquier tiempo pasado. Hablando desde mi inconsciencia e ignorancia, ¿para qué queremos que los niños estén cargados de conocimientos en sus cabecitas si luego no toleran la velocidad ni la incertidumbre de un mundo laboral precario, que es incapaz de cumplir todas sus expectativas? ¿Queremos niños que sigan sin tener ni idea de cómo vivir sana y plenamente su sexualidad sin sentirse culpables? ¿Queremos chavales incapaces de desarrollar la empatía porque viven pegados a una pantalla? Estas son algunas de las preguntas sobre las que baso las reflexiones de este artículo. Abordaremos de esta forma tres tipos de educación: psicológica, sexual y tecnológica.

Educación psicológica o emocional


Todos tenemos en nuestras cabecitas miles de influencias de la sociedad que han calado hondo en nosotros y que contribuyen a nuestras actuales distorsiones de pensamiento. Creo que esto es importante que se sepa: todos filtramos la realidad con unas gafas distintas. No solo no vemos el mismo acontecimiento de la misma forma, sino que nos fijamos en cosas distintas. Podríamos estar hablando durante unas miles de páginas simplemente de cómo deberíamos abordar una educación psicológica, pero trataré de hablar de algunos puntos generales que pueden ser de ayuda.



¿Sabemos realmente cómo somos cada uno? ¿Te cuesta pasar tiempo contigo mismo a solas? ¿O quizás eres de esos que cargan su agenda de actividades sin dejar tiempo al descanso o al no hacer nada? No te preocupes, yo soy el primero al que le ocurre eso; escribir para mí es una terapia en la que reflejo -porque somos espejos- cómo soy. Hay mucha gente reacia a emprender un viaje interior al autoconocimiento, pero creo que es bastante sano rechazar categóricamente la premisa de que "somos lo que tenemos y/o lo que hacemos". Por supuesto que disfruto y me siento útil si puedo hacer algo por ayudar a los demás. Sin embargo, ¿qué nos ocurre cuando perdemos una situación favorable que teníamos, como un trabajo? Automáticamente parece que se "nos cae el mundo". Independientemente de que seas buena persona, simpático, buen hijo/amigo/hermano/marido/padre, responsable, trabajador, etc., todo eso queda en el olvido, puesto que tu diálogo negativo te bombardeará con mensajes de desánimo hagas lo que hagas. Este es el segundo punto que debemos tener en cuenta: cómo hablarnos a nosotros mismos. Y es que, querido lector, el lenguaje crea la realidad. Es decir, dos personas distintas no contemplan la misma realidad, puesto que las palabras que utilizan para darle forma, tanto en su diálogo interior como al interactuar con los demás, son distintas. ¿Nos debemos creer todo lo que se nos pase por la cabeza? ¿Somos esos pensamientos, y luego emociones? ¿O somos otra cosa? La realidad es que somos el ser que observa esos pensamientos y emociones, y que podemos elegir conscientemente qué creernos, y qué no.

Educación sexual


Este es un tema que está muy en auge y está cambiando a mejor gracias tanto al nivel de concienciación ciudadana como a la visibilidad por parte de algunos medios. En mi caso personal, miembro de la querida generación millennial, os puedo asegurar que mi educación sexual recibida es practicamente nula, tanto por las instituciones como por mi círculo más cercano. Esto no es ni bueno ni malo: dejemos de moralizar. Ahora mismo es cómo es. Nos ha tocado aprender por otros medios. Mi pregunta es: ¿de verdad tenemos que dejar que el porno sea nuestro manual de instrucciones? Al final, el porno no es el culpable. Es la salida más fácil -ahora a golpe de click- a las inquietudes de unos niños y niñas hormonadamente confundidos. 


Imagen de Gerd Altmann en Pixabay
Es necesario un cambio, estamos de acuerdo. Es necesario dejar de tabutizar con el tema del sexo de una vez. Por cierto, lo que al final conseguimos con los temas tabús es tenerle miedo. Tampoco digo de irnos al otro extremo, que consiste en básicamente hipersexualizar todo y cosificar uno o ambos sexos. Los extremismos y las obsesiones son malos, ya lo sabemos. Yo abogo por ser capaz de expresar las inquietudes que surjan cuando queramos, y no tratar de buscar y encontrar respuestas donde las hemos estado buscando hasta ahora. De esta forma, y con la ayuda de campañas apoyadas por instituciones para enseñar buenos tratos, el uso de los métodos anticonceptivos y miles de temas más, interiorizaremos y entenderemos de una vez que "no es no", y que "solo sí es sí".

Educación tecnológica


Desde pequeño me ha preocupado sobremanera el avance brutal de la tecnología. Aunque podemos debatir que para ese momento ya había avances significativos, quiero que nos remontemos unos instantes a 2007. Un nombre y una marca: Steve Jobs y Iphone. Indudablemente, la marca de la manzanita supuso una revolución en la forma que teníamos de comunicarnos hasta la fecha. ¡Para bien y para mal! No quiero demonizar el uso de la tecnología -del todo-, ya que es increíble cómo nos ayudan en el día a día. Sin embargo, creo que nos han dado un juguete muy poderoso y que no nos han enseñado dónde están los límites del mismo. Conclusión: se ha convertido en algunos casos en una extensión de nuestro cuerpo. 


Imagen de Gino Crescoli en Pixabay

Sé que soy muy crítico con esto, a veces radical, pero lo hago por miedo. Me asusto cuando veo series como Black Mirror u Osmosis. Creo que nos estamos volviendo más insensibles y menos empáticos. Nos estamos acostumbrando al multitasking, y a la mensajería instantánea e inmediata, con lo cual fomentamos la hipervelocidad del sistema. Y juzgamos y criticamos -y yo el primero- al retraido que se queda atrás. Es completamente normal que hayan surgido medidas para parar este avance de la velocidad, como por ejemplo el mindfulness. En realidad, no es que hayan surgido, sino que más bien ahora en occidente nos hemos dado cuenta de lo bueno que tiene algo que en oriente llevan haciendo durante miles de años. No hemos creado nada nuevo en ese aspecto: solo estamos dejando de demonizar la meditación, ya que, de aquí a un par de años, el retraido será el que no medite. En ese sentido, el mindfulness y la monotarea surgen como respuesta para frenar la oleada de ansiedad que tenemos en la sociedad actual. Pasamos más de 6 horas al día con el móvil, y está demostrado que con solo poner el móvil en la mesa, los temas de conversación que se tratan en una conversación son menos profundos y más banales (ver el libro En defensa de la conversación, muy recomendable). ¿Y tú qué? ¿Controlas al móvil? ¿O el móvil te controla a ti?